Es una de esas expresiones perfectas que me gusta usar recurrentemente, aunque mal utilizada puede ser bastante inapropiada. En este caso era necesaria y me acudió a la mente al ver el supuesto póster definitivo, y por tanto el que se verá en los cines de todo el mundo, de la última película de Harry Potter.
¿A qué viene ese cutre abuso del photoshop?, ¿por qué le pasa a la cara de Harry está desproporcionada en varios puntos?, ¿De dónde viene la iluminación del frente?, las personas del fondo no pintan nada ahí y del cachondeo de las torres de copia y pega ni hablo. ¿Y dónde están las letras del nombre de la película?¿Sois demasiado archiconocidos para ponerlo? ¡Pues no!
Espero que todos estos detalles signifiquen que no es el póster que cierra la saga porque a esta chapuza no le doy más de un 0,1/10.
Lo cual me recuerda a los pósteres que más allá de ser buenos son obras de arte. Dentro de esta categoría tengo que mencionar a
Drew Struzan.
Este señor es un ilustrador profesional al que admiro de reconocido prestigio mundialmente debido a que se dedica al área del séptimo arte. Comenzó en los setenta con Star wars y se ha ganado esta fama gracias a su indiscutible talento. Sin embargo no es apto para ochenterifóbicos ya que desarrolló actividad principalmente en estos años anteriores al retoque digital.
Quizá sea esto, unido al mundo comercial, lo que le identifica en su estilo hiperrealista plagado de detalles, con un uso genial de las luces en los que plasma su propio estilo (retro) que llevan al éxtasis a más de uno. Sus pósteres más recientes son usados principalmente para evocar nostalgia aunque se nota la creación de una tendencia en sus múltiples imitadores que han ido apareciendo, unos mucho más buenos que otros.
En definitiva un
repertorio de gran calidad realizado por una leyenda de las artes gráficas. Dicen que se ha retirado pero ¿quién se engaña con retirarse realmente del mundillo del dibujo?